Las impresionantes joyas de Reina Isabel II
El oro, las piedras preciosas y las perlas han sido desde siempre un objeto de fascinación al igual que de demostración de poder. Así, durante milenios, los gobernantes de diferentes civilizaciones se han distinguido convirtiendo las coronas, diademas, joyas o cetros en emblemas representativos de su legitimidad.
La Corona británica mantiene una de las colecciones más espectaculares de joyas de la historia que han llegado a nuestros días y que están todavía en uso. Aparte de las joyas de la Corona, un conjunto que se custodia en la Torre de Londres, Isabel II ha usado durante su vida cientos de alhajas de alto valor histórico y artístico, además de sus cotidianos collares de dos o tres vueltas de perlas.
Entre los más de 300 artículos de la colección privada de joyas de la monarca -que incluía, entre otras, 98 broches, 15 anillos y 34 pares de pendientes-, Isabel II le guardaba un aprecio especial a su anillo de bodas, por lo que será la joya que la acompañará en su descanso eterno así como sus aretes de perlas, informó The Sun.
La tradición de fabricar con este metal todos los anillos de bodas reales de la monarquía británica nació como un regalo por parte de sus padres Jorge VI e Isabel. La monarca también contaba con su anillo de compromiso, cuyo diseño fue elegido por el marido de Isabel II, Felipe de Edimburgo.
Al parecer, la joya será heredada por la Princesa Ana, su única hija, por lo que la joya pasará a ser parte de la Corona británica. La pieza guarda un secreto que solo conocían ella y su marido, y que, a partir de ahora-, conocerá también la segunda hija del matrimonio.
Cualquier persona que tenga la fortuna de heredar una querida joya familiar conoce el valor sentimental que estas reliquias pueden representar, independientemente del peso en quilates. ¿Pero qué pasa si el contenido de tu joyero son tesoros internacionales? Dentro de sus joyas, la difunta Reina deja atrás una deslumbrante colección de coronas y joyas que contienen nueve piedras cortadas del diamante más grande jamás encontrado.
Además de estos diamantes, un par de las piezas destacadas de su alteza real incluye la elegante tiara Fringe incrustada con diamantes que usó el día de su boda en 1947 y que es famosa por haberse roto horas antes de su matrimonio. Un sin fin de regalos por motivos diversos como sus cumpleaños por parte de familiares o amigos como por ejemplo el broche de aguamarinas que le regaló su padre, el rey Jorge VI cuando cumplió 18 años. También está su extraordinario y extravagante atuendo de coronación; una de las piedras que conforman la Corona Imperial del Estado es el diamante Cullinan II que pesa 317 quilates.
El invaluable Cullinan, llamado así por el propietario de la mina Premier en Sudáfrica, fue presentado al rey Eduardo VII en 1907. Se lo envió al mejor cortador del mundo, Joseph Asscher de Amsterdam, quien partió la piedra de 3106 quilates y se desmayó de inmediato.
La corona de San Eduardo es la pieza más importante de las joyas de la Corona británica. Es empleada para coronar a los monarcas del Reino Unido. Fue elaborada para la coronación del rey Carlos II en 1661 pues la que se usaba hasta entonces fue destruida tras el regicidio de Carlos I. De oro amarillo y con un peso aproximado de dos kilos, en el diseño se alternan la cruz patada y la flor de lis. De las cruces salen cuatro diademas rematadas con un orbe encumbrado por otra cruz patada. Sus bordes están decorados con hileras de perlas y las entre las 444 piedras preciosas que la adornan hay zafiros, turmalinas, amatistas, topacios y citrinos.
Aún más espectacular es la corona imperial del Estado. Elaborada para la coronación de la reina Victoria en 1838, fue creada por los joyeros Rundelle y Bridge, y en 1937 se reelaboró para la coronación de Jorge VI. Entre sus más de 3.000 piedras preciosas, esta pieza tiene algunas de las míticas y más famosas gemas del mundo, como el Cullinam II, un diamante de 317 quilates; el rubí Príncipe Negro, que en realidad es una espinela y procede de una Virgen del Monasterio de Santa María la Real de Nájera; el zafiro de San Eduardo que este Rey santo llevó, se dice, en un anillo; el zafiro Stuart y cuatro grandes perlas en forma de lágrima que cuelgan de las diademas y que, al parecer, fueron unos pendientes de Isabel l. La corona tiene 31,5 centímetros de alto, pesa 0,91 kilos y hoy es la estrella de la Torre de Londres. La usaba la reina para la ceremonia anual de apertura del Parlamento del Reino Unido, aunque en los últimos años no la lució, simplemente se mostraba a su lado.
A lo largo de más de 70 años, la difunta Reina Isabel II nos ha mostrado una maravillosa colección de joyas pero probablemente la pieza que se haya convertido en el mayor sinónimo del estilo de la reina y en un componente esencial de su uniforme diario sea un collar de perlas. Posee un sinnúmero de versiones, pero uno de sus favoritos es uno relativamente modesto que recibió cuando era niña por parte de su abuelo, el rey Jorge V. Eso demuestra que sin importar lo fina que pueda ser una pieza de joyería, es la conexión personal lo que la hace invaluable.